Texto PorErnesto Calvo Álvarez
El arte contemporáneo se ha caracterizado por la interacción constante entre técnicas y lenguajes tradicionales y modernos, manuales y tecnológicos, junto a inquietudes que van de lo estético a lo social, de lo privado a lo público, de la historia a la actualidad.
El fotógrafo Luis Diego Ramos (a partir de ahora LDR), desde su formación autodidacta, ha utilizado esas posibilidades mútiples que le brinda la fotografía y el arte contemporáneo, para explorar desde una libertad y autonomía muy singulares, diferentes énfasis relacionados con sus pasiones paralelas por la fotografía y los espacios urbanos, el collage y el ensamblaje, las cartografías y los mapas citadinos, los difusos vínculos entre belleza y desecho, lo textual y lo visual, la memoria y lo efímero…
Esa conjugación de inquietudes formales y creativas, se refleja en el modo en que LDR apuesta por una exploración fotográfica que busca rescatar las diferentes dimensiones de la “belleza urbana”, percibidas desde una focalización personal en los espacios informales y efímeros de la ciudad, esos que se sitúan al margen de la ciudad más estandarizada y globalizada.
En ese sentido, un objeto urbano completamente funcional sobre el que LDR ha puesto un constante foco de atención, son las cajas metálicas donde se ocultan las tecnologías de la electricidad, la internet y en general la comunicación en la ciudad. Esa fijación, más que al anodino objeto omnipresente en la mayoría de las urbes, se dirige a las intervenciones visuales -desde el grafiti hasta gráfica o la publicidad informal, entre otras- con que suelen estar intervenidos estos escaparates metálicos urbanos. Como él mismo confiesa sobre los orígenes de esas inquietudes: Nací escuchando a mi abuela “No raye las paredes”, por lo que cuando intervienen una caja de registro, se volvió un juego que terminó en un proceso de observación, donde mis propias fotos se volvían parte de la obra en proceso, así como parte del ambiente callejero.
Ese juego urbano se produce sobre la condición informal de esas intervenciones visuales en las cajas metálicas, a las que LDR les realiza no tanto un registro documental de sus cambios temporales, sino una exploración estética desde la fotografía misma, que se vincula a las intenciones formales y sociales de algunos de esos grafitis y otras intervenciones, casi siempre anónimas, sobre esas cajas metálicas.
En ese proceso de búsquedas urbanas, a la vez contextuales y estéticas, LDR se convierte en una especie de voyeur, un explorador fotográfico de experiencias visuales y vivenciales de la ciudad; pero no tanto de lo más visible e imponente del paisaje urbano, su arquitectura o las imágenes comerciales más estandarizadas y comunes, sino de sus rastros más efímeros y desechables: grafitis, publicidad informal, objetos encontrados, entre otros.
Como el mismo fotógrafo plantea: Registro desde la fotografía, la huella, lo efímero, el vestigio, percibiendo cómo el tiempo transforma los espacios fotografiados; registro esos cambios a la espera de una nueva intervención, observando cómo cambia el entorno…
Esas exploraciones de imágenes escasamente visibles y que muchas veces suelen ser desechadas, se mezcla con la superposición de estéticas dispares y mensajes abortados dentro de ellas, para enfatizar su condición de collage urbano continuamente cambiante.
Así, LDR se acerca a las transformaciones temporales de esas imágenes de la ciudad, desde una “arqueología urbana” que explora esos marginales fragmentos visuales, comunicativos y estéticos de la urbe moderna, que a la vez se convierten en una antítesis de la racionalidad y la lógica de la modernidad misma; especie de no-lugares que es necesario rescatar del anonimato y reivindicar en sus visibilidades marginales y sus significaciones alternas.
Como ejercicio paralelo de esas exploraciones fotográficas urbanas, LDR propone la realización de cartografías difusas de la ciudad, que articula al reciclar mapas y otros objetos de viejas librerías y anticuarios, para generar su propia “guía urbana” de espacios no-visibles que ha venido trabajando y a los que vuelve sobre ellos cada cierto tiempo.
Este trabajo cartográfico lo complementa con bitácoras-álbumes, formados con collages y ensamblajes de imágenes, objetos y textos que van apareciendo en sus búsquedas urbanas, donde lo fotográfico despliega todos sus recursos formales y conceptuales en interrelación con ese “libro-objeto” único e irrepetible. LDR reivindicara, a través de esos libros-objetos, el “aura” estética de esas imágenes y fragmentos urbanos marginales, desechados, invisibles.
Esas exploraciones fotográficas y objetuales de lo urbano, LDR las ha realizado sobre todo en el contexto de la ciudad de San José y en la llamada GAM -Gran Área Metropolitana- de Costa Rica. Sin embargo, esas inquietudes por lo urbano y sus in-visibilidades, lo han llevado a ciudades tan diferentes como Madrid, Barcelona, New York o Ciudad de México, donde las interrogantes visuales y contextuales han resultado similares, aunque con resultados siempre sorprendentes.
Siguiendo esa necesidad de explorar diversos contextos y realidades, más recientemente LDR ha visitado en diferentes momentos algunos de los países centroamericanos, con incursiones puntuales en las capitales de Panamá, Guatemala, Honduras y El Salvador.
La intención de esos recorridos ha sido establecer posibles similitudes y diferencias en esos acercamientos a lo informal y lo efímero, lo marginal y lo in-visible dentro de la región centroamericana, donde se manifiestan problemáticas políticas, sociales y culturales múltiples que tienen puntos de contacto con sus búsquedas en la ciudad de San José, pero que a la vez es posible contrastarlas con el contexto con el que ha tenido mayor familiaridad cultural y vivencias visuales.
Así, en las imágenes y bitácoras recopiladas en su paso por el itsmo centroamericano, podemos constatar la presencia tanto de confrontaciones políticas y dilemas sociales, como de rastros más o menos difusos de la historia y la memoria.
En Panamá, LDR pudo ser testigo -a partir de imágenes de pintadas, carteles y otras huellas urbanas- de las masivas protestas contra la minería a cielo abierto, pero también de los rechazos o adhesiones a candidatos políticos en medio de una campaña electoral álgida. Todas ellas, atravesadas por ese lenguaje desenfadado y esa gracia popular tan particular de los panameños, que los acerca al carácter caribeño que forma parte de su ADN social y cultural, en muchos casos tan diferente a otros contextos centroamericanos.
En esas imágenes además se reflejan, de manera indirecta, los marcados contrastes entre una ciudad de Panamá que exhibe lo imponente y glamoroso de sus bancos y grandes rascacielos, junto a otro país paralelo que ha quedado al margen de ese poderío económico. Esas marcas populares resultan evidencias de que, en ocasiones, hay más vitalidad visual, estética y social en esos espacios urbanos marginalizado y espontáneos, que en aquellos donde se ha impuesto la lógica del poder y el pragmatismo.
Otras formas de expresión visual de lo político y social se hacen palpables en los contextos de Guatemala y Honduras, mucho más vinculados a su pasado -y presente- de violencia política y social cotidiana. Esto se hace evidente con la presencia -y a la vez ausencia- de imágenes de desaparecidos en diversos momentos de la historia de esos países: desde activistas sociales y étnicos, hasta victimas de la política de estado o grupos paramilitares.
Llama la atención, en ese sentido, que en las fotografías tomadas por LDR en esos países, percibimos casi siempre imágenes de desaparecidos y víctimas en Guatemala y Honduras, solo de manera fragmentada y difusa. Esos carteles -y fotografías- parecen rescatar la memoria de aquellos que ya no están, pero casi siempre aparecen arrancadas o mutiladas, haciendo doblemente evidente esa ausencia de justicia que se pretende visibilizar.
Esa condición entre difusa y ausente también se percibe en El Salvador, con el borrado masivo de los hasta hace poco dominantes grafitis de las maras salvadoreñas, que han desaparecido bajo la política del gobierno de Nayi Bukele hacia esas pandillas delincuenciales, que han incluido desde el encierro masivos de los pandilleros hasta el borrado de cualquier rastro de las marcas de poder y estéticas que dejaban en el espacio urbano.
De modo similar a como el régimen sandinista de Ortega-Murillo borró los grafitis y pintadas de la resistencia ciudadana y juvenil en las protestas masivas en años anteriores, poniéndole parches rojos y negros del sandinismo histórico a cualquier señal de protesta y disidencia, en el caso del gobierno de Bukele los borrados o parches de colores intentan desterrar del imaginario salvadoreño la estética y evidencias de poder de estos grupos delincuenciales, que lograron convertirse en una especie de Estado paralelo, dominando territorios y poblaciones a través de extorsiones y asesinatos.
Estas exploraciones visuales centroamericanas que ha realizado LDR a lo largo de los últimos meses, el fotógrafo las complementa con bitácoras de anotaciones, objetos y otros rastros de su recorrido y presencia como voyeur fotográfico en esos países del itsmo, a partir de un trabajo que aúna inquietudes sociales y urbanas, estéticas y vitales.
Por eso en su trabajo fotográfico, de collage y cartografías, LDR intenta hacer visibles aspectos puntuales y específicos de cada contexto, pero a la vez le interesa rescatar la autonomía de lo visual y lo estético, por lo que muchas veces esas imágenes resultan especie de abstracciones informales, donde se con-funden los diferentes contextos centroamericanos visitados. Un trabajo que se manifiesta como work in progress, donde las incursiones urbanas en San José, se han expandido hacia exploraciones y búsquedas de las particularidades visuales y antropológicas de esos contextos de Centroamérica, intentando hacer visibles algunos de sus signos urbanos más invisibles.
Texto PorJuan José SantosCrítico, Investigador y Curador
Dentro y fuera de la caja
Un cura que vuelve de viaje (hay una etiqueta de compañía aérea que pende de su bolso). Un chico desliza un modelo de coche a escala sobre el vidrio del café (ruidito). Un hombre se detiene un segundo para decir buen día al perro gordo del café, pacíficamente extendido delante de la puerta. Pasa un 86. Un 63 pasa. Pasa una mujer. En su cartera está escrito “Gudule”
Peligro Voltaje/ Costa Rica Me Extraña/ Una herida quizás aún abierta y sangrante/ Quiero más/ Crédito sin fiador/ Registrando esperanzas/ Puntos negros/ Se hacen tesis/ Evaluaciones psicológicas/ no, no, no, no caigan, no/ Fue tomado con trípode a una distancia focal entre 3 mts-4 mts/ Publicidad con énfasis en mercadeo/ Ratas/ Asistente de pacientes/ Viva Café/ las circunstancias han cambiado, yo he cambiado/ 10:55/ revista Rumbo/ Me comporto como palimpsesto/ Lo tuyo es dictadura/ El chaman Gerónimo.
Quiero un perro que recoja y limpie mi baño, devuelva mi cigarrillo y, y dé tabaco a mis animales, y les dé una comisión a mis pájaros. Quiero… Busco a alguien que venda a mi perro, recoja mi corte, compre a mi animal y enderece a mi pájaro. Busco un lugar para bañar a mi pájaro, comprar a mi perro, cobrar mi corte, venderme cigarrillos y encargar mi baño. Busco un lugar que cobre mi comisión, venda a mi perro, queme a mi pájaro y me venda al cigarrillo. Voy a comprar pájaros, cobrar mi voluntad y bañar mi comisión. Busco un lugar que apasione mi alma, teja mi devolución, bañe mi pie y recoja a mi perro. Tengo que encargarme a mi mismo para vender mis animales al pájaro para esquilarlos y comprarme mi baño y devolverme de nuevo a los cigarrillos.
¿Lo mismo da que da lo mismo? ¿Un extracto de las descripciones de la plaza Saint-Sulpice recopiladas en la página 26 del libro del anamnésico Georges Perec Tentativa de agotar un lugar parisino (1975) que una deriva situacionista por el sitio web de Luis Diego Ramos que la improvisación callejera de un Bob Dylan fumado frente a la publicidad de una tienda de mascotas?
Un hombre que camina. El artista no fue al lugar, el lugar fue al artista. Luis Diego Ramos unas fotografías -con una caja de registro a otra caja de registro- y las dejó guardadas durante un año (probablemente, en otra caja). Tras ese tiempo, volvió a ese lugar: algo había cambiado, ahora era otro. El mensaje esta vez estaba claro: tenía que volver a fotografiarlo, pero esta vez con intención, con regularidad, con atención.
Las cajas de telecomunicaciones esconden y protegen los mensajes que dos humanos o más entrelazan en las ondas. Pensamientos dentro y fuera de la caja. A esas “armaduras” callejeras se les añaden otros mensajes sobre su superficie: carteles, pintadas, dibujos, publicidad, reclamos. Son diarios urbanos frágiles ante el paso del tiempo: sobreposiciones, pises de perros, lluvia, viento, granizo. Museos involuntarios, pizarras de expresión honesta, desinteresada, o mercantilista. Luis Diego Ramos funge como archivero, testigo, cronista.
Una palabra tiene un significado. Un significado que se transforma por interacción con un espacio, con un contexto, en un tiempo. Son verdades fluidas, oscilantes. Arbitrariedades o destinos.
Luis Diego Ramos piensa y trabaja “fuera de la caja”, encuadra el “fuera de marco”, y, a veces, muestra sus registros de registros dentro de la caja: la sala de exposiciones. Directorios urbanos, cubos, materiales, mapas, objetos, acordeones, o señalamientos. Prepondera el trabajo de composición frente a los mensajes políticos frente a logos de empresas privadas frente al metal, el ladrillo, la madera o el hormigón. Prioriza el hallazgo o el encuentro pregnante frente al aforismo, el tag o el llamado de atención. Las relaciones derivadas entre el espacio publico, el privado, los objetos, los textos y el paso desatendido del ciudadano.
La ciudad habla. Dice lo que las cajas no se atreven a nombrar, con otra forma de sinceridad. Es un mensaje sumiso y atemporal, dominado por una polisemia incontrolable sujeta a los que se ha escrito antes y a lo que mañana se escribirá. Entre todos esos tiempos, entre todos esos espacios, la mirada del artista.